¡Una pequeña enseñanza para una gran reflexión!
Dios creó al hombre conforme a su imagen y semejanza (en espíritu); lo creó por amor, con propósito, con asignaciones y con una comunicación directa con él. Sabemos que el hombre cae a causa de la entrada del pecado, y ya no estaba en la presencia de Dios. Ahora le tocaba hacer las cosas con mayor esfuerzo; y así transcurrió gran parte de la historia y el tiempo antes de la llegada de Jesús, guiados por estrictas leyes impuestas por Dios.
Sin embargo, una vez más Dios se dio a si mismo por amor, porque esa es su esencia, su naturaleza. Y envió a su hijo para salvar a todo aquel que en él creyera, lo envió para darnos identidad de hijos, para limpiarnos de nuestros pecados y hacer cosas nuevas en cada uno de nosotros.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16
Eso es amor, ese es el Dios que yo conozco, el Dios que ama al pecador pero quiere hacerlo libre de su pecado, esto es evangelio: amor, libertad, sanidad, palabras de vida, promesas, verdad, poder, autoridad y prosperidad.
Porque así lo declaro el Señor: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor.” Lucas 4:18-19
Pero hay una línea muy delgada que se puede trasgredir con un solo paso y es la que nos lleva, de ser hijos de Dios a ser religiosos.
Sin embargo, una vez más Dios se dio a si mismo por amor, porque esa es su esencia, su naturaleza. Y envió a su hijo para salvar a todo aquel que en él creyera, lo envió para darnos identidad de hijos, para limpiarnos de nuestros pecados y hacer cosas nuevas en cada uno de nosotros.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16
Eso es amor, ese es el Dios que yo conozco, el Dios que ama al pecador pero quiere hacerlo libre de su pecado, esto es evangelio: amor, libertad, sanidad, palabras de vida, promesas, verdad, poder, autoridad y prosperidad.
Porque así lo declaro el Señor: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor.” Lucas 4:18-19
Pero hay una línea muy delgada que se puede trasgredir con un solo paso y es la que nos lleva, de ser hijos de Dios a ser religiosos.
La Religiosidad te hace Cautivo
La religión viene a recordarte tu pecado, a condenarte y a hacerte sentir culpable por él. La religión te señala, te ataca con palabras del evangelio disfrazadas, te juzga y te marca, te condena y te manda al infierno mismo aun estando en la tierra como si jueces mismos fueran.
Jesús sabia lo nocivo de la religiosidad, y les hablo a sus discípulos al respecto, diciendo: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.” Mateo 23:2-4
La religión lleva a la gente a batallar diariamente horas y horas con el enemigo, contra legiones y potestades, de 1 hora que dedican a orar, 40 minutos son para nombrar al diablo y tan sólo 20 minutos se dedican a adorar a Dios, a exaltarlo, a agradecerle, a quebrantar su corazón en su presencia.
Razón da, el Apóstol Pablo que hostiga la religiosidad al momento de orar: “Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento.” Colosenses 4:2 (NVI) y más aún a quienes en los momentos de oración, exaltan más al enemigo antes que a Dios: “Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno.” Colosenses 4:4 (NVI)
Cuando la palabra nos llama a la luz, nos dice qué hay uno que pelea la batalla por nosotros, nos enseña que él mismo Señor es quien reprende al enemigo, que quienes vivimos conforme a su palabra estamos seguros y guardados (no exentos de pruebas y procesos), porque también la palabra nos enseña que pasaremos tribulaciones pero que estas serán momentáneas, es decir, toda prueba tiene una fecha de caducidad.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33
La religión condena al hermano que ha caído, al que está en un proceso o prueba, la religión solo se orienta en hacerle ver su pecado en vez de darle la opción para salir de él, la religión ataca, la religión devora.
Jesús sabia lo nocivo de la religiosidad, y les hablo a sus discípulos al respecto, diciendo: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.” Mateo 23:2-4
La religión lleva a la gente a batallar diariamente horas y horas con el enemigo, contra legiones y potestades, de 1 hora que dedican a orar, 40 minutos son para nombrar al diablo y tan sólo 20 minutos se dedican a adorar a Dios, a exaltarlo, a agradecerle, a quebrantar su corazón en su presencia.
Razón da, el Apóstol Pablo que hostiga la religiosidad al momento de orar: “Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento.” Colosenses 4:2 (NVI) y más aún a quienes en los momentos de oración, exaltan más al enemigo antes que a Dios: “Compórtense sabiamente con los que no creen en Cristo, aprovechando al máximo cada momento oportuno.” Colosenses 4:4 (NVI)
Cuando la palabra nos llama a la luz, nos dice qué hay uno que pelea la batalla por nosotros, nos enseña que él mismo Señor es quien reprende al enemigo, que quienes vivimos conforme a su palabra estamos seguros y guardados (no exentos de pruebas y procesos), porque también la palabra nos enseña que pasaremos tribulaciones pero que estas serán momentáneas, es decir, toda prueba tiene una fecha de caducidad.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33
La religión condena al hermano que ha caído, al que está en un proceso o prueba, la religión solo se orienta en hacerle ver su pecado en vez de darle la opción para salir de él, la religión ataca, la religión devora.
He aprendido con el paso del tiempo y mi caminar con Dios que nosotros no somos jueces de nadie, que es el mismo Espíritu Santo quien convence de pecado al inconverso y de justicia al creyente, que antes de mirar la paja en el ojo de mi hermano debo ver la viga qué hay en el mío.
Entonces, debes reflexionar: “¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo.” Romanos 14:4
He aprendido que si algún hermano de la fe está en pecado, atribulado, en pruebas, mi trabajo es orar, es levantarle los brazos cuando él mismo no puede hacerlo; que si Dios a mí me revela algo me voy en intimidad con él y oro para que esa persona cambie, para que todo velo sea quitado de sus ojos, para que tenga firmeza de salir adelante, le doy palabra de aliento y ánimo en sus momentos más duros. ¡Eso hace un verdadero cristiano!
Porque también la palabra nos enseña que debemos reír con los que ríen y debemos llorar con los que lloran: esto es “Empatía”, es una característica de amor al prójimo.
Hay momentos donde es mejor guardar silencio y esperar que el Espíritu Santo trabaje y obre, hay momentos donde es mejor quebrantar el corazón y el espíritu, doblar las rodillas y tan sólo orar por esas personas que amamos y están atribuladas.
Cuidémonos de no pasar esa línea tan delgada, cuidémonos de caer en condenación y culpabilidad, cuidémonos de proferir palabras que en vez de sumar lo que hacen es restar.
Seamos cada día el reflejo de aquel que dio su vida por nosotros, aquel que tenía carácter y firmeza para hablarle al religioso cuando pretendían que no hiciera milagros en el día de reposo, aquel que no condenó a la mujer pecadora que querían apedrear y le dio una nueva oportunidad, aquel que enviaba la palabra a casa de un centurión porque este mismo reconocía que no era digno de que el maestro entrara a su casa y este aún hizo el milagro.
“No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.” Lucas 6:37
Entonces, debes reflexionar: “¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo.” Romanos 14:4
He aprendido que si algún hermano de la fe está en pecado, atribulado, en pruebas, mi trabajo es orar, es levantarle los brazos cuando él mismo no puede hacerlo; que si Dios a mí me revela algo me voy en intimidad con él y oro para que esa persona cambie, para que todo velo sea quitado de sus ojos, para que tenga firmeza de salir adelante, le doy palabra de aliento y ánimo en sus momentos más duros. ¡Eso hace un verdadero cristiano!
Porque también la palabra nos enseña que debemos reír con los que ríen y debemos llorar con los que lloran: esto es “Empatía”, es una característica de amor al prójimo.
Hay momentos donde es mejor guardar silencio y esperar que el Espíritu Santo trabaje y obre, hay momentos donde es mejor quebrantar el corazón y el espíritu, doblar las rodillas y tan sólo orar por esas personas que amamos y están atribuladas.
Cuidémonos de no pasar esa línea tan delgada, cuidémonos de caer en condenación y culpabilidad, cuidémonos de proferir palabras que en vez de sumar lo que hacen es restar.
Seamos cada día el reflejo de aquel que dio su vida por nosotros, aquel que tenía carácter y firmeza para hablarle al religioso cuando pretendían que no hiciera milagros en el día de reposo, aquel que no condenó a la mujer pecadora que querían apedrear y le dio una nueva oportunidad, aquel que enviaba la palabra a casa de un centurión porque este mismo reconocía que no era digno de que el maestro entrara a su casa y este aún hizo el milagro.
“No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.” Lucas 6:37
Busquemos los puntos de encuentro y no las diferencias, seamos personas de honra, de visión, de servicio, de amor, seamos instrumentos de restauración y no de condenación, llevemos y anunciemos las buenas nuevas de salvación que trae cambios y transformación, aquellas que nos hacen heredar la vida eterna. Comprendamos y entendamos que todos libramos batallas, que cada quien tiene procesos en diversas áreas, que todos tenemos una individualidad en nuestra comunión con Dios, que todos fallamos porque no somos perfectos, que no todos tenemos el mismo nivel de conocimiento o discernimiento de la palabra, pero por encima de ello recordemos que sólo Dios conoce y pesa nuestros corazones
“Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras.” Jeremías 17:10
Porque nuestro creador conoce de que estamos hechos, que pensamos, que creemos, que nos debe unir el amor, que debemos orar los unos por los otros, que a quienes amamos a Dios todas las cosas nos ayudan para bien, aún aquellas que no entendemos, aún aquellas que no esperábamos, aún aquellas que el enemigo usa y que Dios las transforma para bien.
“Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.” Efesios 4:2
Vayamos en sintonía con lo que predicamos, no podemos predicar una cosa y hacer otra, entreguemos al Señor aquellas áreas que no hemos podido cambiar, reconozcamos ante él que le necesitamos cada día, que necesitamos ser sanados, que necesitamos perdonar y ser perdonados, que nuestro corazón debe ser libre de rencor y amargura, día a día pongámonos a cuenta, amemos más y no juzguemos nada, la salvación es individual y todos llegado el tiempo deberemos entregar cuentas al Señor.
Recordemos la enseñanza que nos da la palabra: “Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.” Santiago 1:26-27
“Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras.” Jeremías 17:10
Porque nuestro creador conoce de que estamos hechos, que pensamos, que creemos, que nos debe unir el amor, que debemos orar los unos por los otros, que a quienes amamos a Dios todas las cosas nos ayudan para bien, aún aquellas que no entendemos, aún aquellas que no esperábamos, aún aquellas que el enemigo usa y que Dios las transforma para bien.
“Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.” Efesios 4:2
Vayamos en sintonía con lo que predicamos, no podemos predicar una cosa y hacer otra, entreguemos al Señor aquellas áreas que no hemos podido cambiar, reconozcamos ante él que le necesitamos cada día, que necesitamos ser sanados, que necesitamos perdonar y ser perdonados, que nuestro corazón debe ser libre de rencor y amargura, día a día pongámonos a cuenta, amemos más y no juzguemos nada, la salvación es individual y todos llegado el tiempo deberemos entregar cuentas al Señor.
Recordemos la enseñanza que nos da la palabra: “Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.” Santiago 1:26-27