Estudio realizado por Eduardo Manrique /Autor de: Quietud en el Señor / Mar 2021
Vivimos en un mundo afanado por todo tipo de actividades, donde ya no sabemos lo que la palabra descanso significa. Nos regimos por un orden de prioridades donde la familia, el trabajo, los estudios, la vida social nos invade en casi todas las horas del día. Es un verdadero reto hasta para el sueño, y está presente en todos los tipos de personas según sus necesidades.
Los que son verdaderamente organizados se manejan bajo estrictos regímenes de horarios: una hora para levantarse, una para comer, para estudiar, horas para trabajar, ir al gimnasio, para cenar y para dormir. Todo está perfectamente cronometrado para realizar ciclos que planificadamente les ocupe los días, las semanas, meses y años.
Los más desordenados o quizás no tan organizados, hacen lo que se les vaya presentando primero pero de igual forma, al final del día quedan exhaustos de la enorme cantidad de tareas a las que dedican tiempo, intelecto y esfuerzo.
Una vez un maestro me dijo que “hasta la vagancia requiere tiempo y esfuerzo”. Y no quisiera desviar esta conversación al recordar la cantidad de talentos que se pierden por el mal uso del tiempo, ese es otro tema que por cierto debemos pronto incorporar a nuestras enseñanzas, pero es cierto: el valor en el uso del tiempo. La gente está en constante afán ya sea para propósitos buenos o malos.
Esta es la realidad del mundo moderno. No podemos darnos el lujo de descansar, no hay tiempo para vacacionar, para holgazanear, para dormir un poquito más.
Siempre hay algo importante que hacer, y nos agobiamos si no lo hacemos, sentimos la imperiosa necesidad de hacer algo que ocupe nuestro pensamiento, nos comprometemos y nos exigimos siempre nuestro mayor esfuerzo.
Nos flagelamos con el látigo de la holgazanería cuando estamos sin hacer nada, porque la norma es estar siempre activos, en movimiento, sin perder un minuto de tiempo. Las compañías buscan solo personal “pro-activo”, los que van más allá de los horarios, del promedio común, y sobresalen, ganan más dinero, prosperan y se multiplican todos sus esfuerzos. ¡Qué Bueno!
De todas partes sientes el bombardeo que te dice: muévete, acciona, actívate, adelante, esfuérzate, llévate el mundo por delante. Y entonces ves que el que más se esfuerza más tiene, que el que más hace más produce, ¡Y eso es bueno! que aquel que no deja para mañana lo que puede hacer hoy es exitoso. ¡Excelente!
Pero la verdad es que ya no se reposa, no hay descanso.
Los que son verdaderamente organizados se manejan bajo estrictos regímenes de horarios: una hora para levantarse, una para comer, para estudiar, horas para trabajar, ir al gimnasio, para cenar y para dormir. Todo está perfectamente cronometrado para realizar ciclos que planificadamente les ocupe los días, las semanas, meses y años.
Los más desordenados o quizás no tan organizados, hacen lo que se les vaya presentando primero pero de igual forma, al final del día quedan exhaustos de la enorme cantidad de tareas a las que dedican tiempo, intelecto y esfuerzo.
Una vez un maestro me dijo que “hasta la vagancia requiere tiempo y esfuerzo”. Y no quisiera desviar esta conversación al recordar la cantidad de talentos que se pierden por el mal uso del tiempo, ese es otro tema que por cierto debemos pronto incorporar a nuestras enseñanzas, pero es cierto: el valor en el uso del tiempo. La gente está en constante afán ya sea para propósitos buenos o malos.
Esta es la realidad del mundo moderno. No podemos darnos el lujo de descansar, no hay tiempo para vacacionar, para holgazanear, para dormir un poquito más.
Siempre hay algo importante que hacer, y nos agobiamos si no lo hacemos, sentimos la imperiosa necesidad de hacer algo que ocupe nuestro pensamiento, nos comprometemos y nos exigimos siempre nuestro mayor esfuerzo.
Nos flagelamos con el látigo de la holgazanería cuando estamos sin hacer nada, porque la norma es estar siempre activos, en movimiento, sin perder un minuto de tiempo. Las compañías buscan solo personal “pro-activo”, los que van más allá de los horarios, del promedio común, y sobresalen, ganan más dinero, prosperan y se multiplican todos sus esfuerzos. ¡Qué Bueno!
De todas partes sientes el bombardeo que te dice: muévete, acciona, actívate, adelante, esfuérzate, llévate el mundo por delante. Y entonces ves que el que más se esfuerza más tiene, que el que más hace más produce, ¡Y eso es bueno! que aquel que no deja para mañana lo que puede hacer hoy es exitoso. ¡Excelente!
Pero la verdad es que ya no se reposa, no hay descanso.
Te has detenido y preguntado alguna vez ¿Cuál es la realidad de Dios al respecto?
Por lo pronto debo reordenar unas ideas, porque a veces tiendo a confundirme y a perder el sentido, la orientación y los pensamientos parecen opuestos. Lo digo porque yo soy de los que escucha lo que otras personas piden en sus oraciones y plegarias. Cuando estoy en grupos de oración, escucho el clamor de mis hermanos y yo pienso que a Dios le debe causar la misma confusión que me causa a mí, las cosas que la gente pide cuando ora a Dios y las que hace son tan diferentes y hasta contrarias.
¡Ojo! no es una crítica a lo que las personas dicen cuando oran o a las peticiones de sus plegarias, yo respeto profundamente la relación que cada quien tiene con Dios en sus conversaciones con él, es simplemente una reflexión de algo que me llama poderosamente la atención. ¡Ya les explico!
Por lo general la gente pide a Dios así: “alivia mis cargas Señor”, “dale descanso a mis angustias”, “da mi Dios descanso a mi alma, reposo a mis huesos y quietud a mi carne señor”, “renueva mis fuerzas Padre mío” y al mismo tiempo están pidiendo “multiplica Señor mi esfuerzo”, “prospera mi trabajo mi Dios”, “incrementa la obra de mis manos Padre”.
Le repito que estas son peticiones genuinas que no son el centro de lo que quiero expresarle, porque cada quien habla con Dios a su manera y la idea no es abrir debate sobre como orar, pero a veces lo que pedimos al Padre parecen ser cosas tan contradictorias. Dios dirá ¿quieres descanso pero pides más trabajo? Te deja como pensando…. ¿qué hago? Pero ya hablaremos más al respecto para entenderlo.
En mi transitar como cristiano he aprendido a conocer a mi Dios. Nuestro Padre tiene cualidades, aptitudes y virtudes que sobrepasan lo natural, ¡Por eso es Dios! Pero una de las virtudes que más me llama la atención (ha de ser por mi particular llamado a ser “maestro”) es que Dios además de que le gusta enseñar, él es el maestro por excelencia porque predica con el ejemplo.
Y en ocasiones no te lo dice. Cuando Dios le va a enseñar algo no le dice: saque papel y lápiz y ahora escriba….tal y tal cosa ¡No, Dios no nos enseña de esa forma! Porque debemos aprender de aquello que Dios no nos dice. Hace poco escuche algo que me ministró mucho: “El Silencio de Dios”, hay que aprender a reconocer y esperar cuando Dios está en silencio, cuando Dios calla, es porque está obrando. ¡Dios habla más con sus acciones!
En los primeros capítulos de Génesis, Dios nos enseñó cómo se trabaja, nos muestra lo importante que es hacer, crear, resolver, accionar. Y todo lo hizo en seis días, pues todo fue creado en solo seis días. ¡Qué impresionante! ¿No lo cree?
Dios dio lo mejor de sí en esos seis días. Si a Dios le dio tiempo de hacer TODO en seis días, a Usted también le debe alcanzar el tiempo. Hasta le dio tiempo para hacernos a nosotros a su imagen y semejanza. Además nos mostró que debemos hacer obra buena “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto” Génesis 1:31
Y todo lo que hizo fue perfecto. No tuvo que recurrir a un borrador para corregir alguna imperfección. No Señor, todo fue hecho de un solo trazo. De una sola vez y en un único intento. Por si nunca lo ha pensado, un trabajo así amerita gran esfuerzo, precisión y perfección. ¡Pues solo Dios es capaz de hacerlo!
A mí en lo particular me impacta mucho el libro de Génesis porque cada día le encuentro más y más revelaciones. Porque es el principio de todo. Sin el Génesis no existiese nada, es como comienza la historia, la de todos y viene a ser el fundamento de todo lo que vino después hasta nuestros días. Es el cimiento de todo lo creado, de todo lo que Dios pensó y existen en él poderosas enseñanzas. Vea lo siguiente:
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. Génesis 2:2-3
Valiéndome de esta palabra, yo le pregunto ¿cree usted que nuestro Dios todo poderoso, todo majestuoso, solemne, omnipotente, omnisciente y omnipresente necesita “descansar”?
Y es que ambas respuestas son correctas. Entonces lo importante es que a este nivel, ya usted tiene claro el valor que Dios da al reposo porque él quiere que usted descanse en él.
Que importante saber esto, porque a veces vivimos pidiéndole a Dios que nos alivie de nuestros agobios, que nos ayude con lo pesado de nuestras cargas, pedimos descansar de nuestros angustiadores y resulta que Dios ya te dio la respuesta. Él nos dijo el día que escogió para que lo hicieras: el séptimo día.
¡Ojo! no es una crítica a lo que las personas dicen cuando oran o a las peticiones de sus plegarias, yo respeto profundamente la relación que cada quien tiene con Dios en sus conversaciones con él, es simplemente una reflexión de algo que me llama poderosamente la atención. ¡Ya les explico!
Por lo general la gente pide a Dios así: “alivia mis cargas Señor”, “dale descanso a mis angustias”, “da mi Dios descanso a mi alma, reposo a mis huesos y quietud a mi carne señor”, “renueva mis fuerzas Padre mío” y al mismo tiempo están pidiendo “multiplica Señor mi esfuerzo”, “prospera mi trabajo mi Dios”, “incrementa la obra de mis manos Padre”.
Le repito que estas son peticiones genuinas que no son el centro de lo que quiero expresarle, porque cada quien habla con Dios a su manera y la idea no es abrir debate sobre como orar, pero a veces lo que pedimos al Padre parecen ser cosas tan contradictorias. Dios dirá ¿quieres descanso pero pides más trabajo? Te deja como pensando…. ¿qué hago? Pero ya hablaremos más al respecto para entenderlo.
En mi transitar como cristiano he aprendido a conocer a mi Dios. Nuestro Padre tiene cualidades, aptitudes y virtudes que sobrepasan lo natural, ¡Por eso es Dios! Pero una de las virtudes que más me llama la atención (ha de ser por mi particular llamado a ser “maestro”) es que Dios además de que le gusta enseñar, él es el maestro por excelencia porque predica con el ejemplo.
Y en ocasiones no te lo dice. Cuando Dios le va a enseñar algo no le dice: saque papel y lápiz y ahora escriba….tal y tal cosa ¡No, Dios no nos enseña de esa forma! Porque debemos aprender de aquello que Dios no nos dice. Hace poco escuche algo que me ministró mucho: “El Silencio de Dios”, hay que aprender a reconocer y esperar cuando Dios está en silencio, cuando Dios calla, es porque está obrando. ¡Dios habla más con sus acciones!
En los primeros capítulos de Génesis, Dios nos enseñó cómo se trabaja, nos muestra lo importante que es hacer, crear, resolver, accionar. Y todo lo hizo en seis días, pues todo fue creado en solo seis días. ¡Qué impresionante! ¿No lo cree?
Dios dio lo mejor de sí en esos seis días. Si a Dios le dio tiempo de hacer TODO en seis días, a Usted también le debe alcanzar el tiempo. Hasta le dio tiempo para hacernos a nosotros a su imagen y semejanza. Además nos mostró que debemos hacer obra buena “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto” Génesis 1:31
Y todo lo que hizo fue perfecto. No tuvo que recurrir a un borrador para corregir alguna imperfección. No Señor, todo fue hecho de un solo trazo. De una sola vez y en un único intento. Por si nunca lo ha pensado, un trabajo así amerita gran esfuerzo, precisión y perfección. ¡Pues solo Dios es capaz de hacerlo!
A mí en lo particular me impacta mucho el libro de Génesis porque cada día le encuentro más y más revelaciones. Porque es el principio de todo. Sin el Génesis no existiese nada, es como comienza la historia, la de todos y viene a ser el fundamento de todo lo que vino después hasta nuestros días. Es el cimiento de todo lo creado, de todo lo que Dios pensó y existen en él poderosas enseñanzas. Vea lo siguiente:
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. Génesis 2:2-3
Valiéndome de esta palabra, yo le pregunto ¿cree usted que nuestro Dios todo poderoso, todo majestuoso, solemne, omnipotente, omnisciente y omnipresente necesita “descansar”?
- Si me dice que No, yo le diré que Sí. Fíjese lo que la palabra dice (vea los acentos): “en él reposó de toda la obra”. ¿En quién reposó? En él porque Él es el “Reposo”, entonces si reposó.
- Si me dice que Sí, yo le diré que Dios No necesita Reposar, pero lo dejo en la escritura como una enseñanza para predicarle a Usted con el ejemplo, lo que Usted debe hacer.
Y es que ambas respuestas son correctas. Entonces lo importante es que a este nivel, ya usted tiene claro el valor que Dios da al reposo porque él quiere que usted descanse en él.
Que importante saber esto, porque a veces vivimos pidiéndole a Dios que nos alivie de nuestros agobios, que nos ayude con lo pesado de nuestras cargas, pedimos descansar de nuestros angustiadores y resulta que Dios ya te dio la respuesta. Él nos dijo el día que escogió para que lo hicieras: el séptimo día.
He aquí lo que Dios nos enseña
Vea la revelación que el Señor le enseño en apenas los dos primeros capítulos del Génesis. Allí nos mostró TODO lo que él hizo durante seis días de dedicación, como amó cada cosa que hacía desde el primer día porque él sabía que era bueno (o acaso no sabe usted que todo lo que Dios hace es bueno, entonces porque dirá la palabra: “Y vio Dios que era Bueno”), nos explicó como trabajó incansablemente en lo que pensaba, nos describió como dio su mejor y mayor esfuerzo afinando cada detalle, los colores, las formas, el propósito, dándole a cada cosa su importancia y su valor, entregándole sus dones y talentos. ¡Cuánto esfuerzo!
Pero no puede pensar que la enseñanza llega hasta allí, Dios siempre revela lo que va más allá, porque su presente es futuro, su tiempo es diferente al que Usted y yo percibimos. No se quede allí. Pregúntese: ¿Por qué Dios se tomaría la molestia de decirle a Usted que el descansó en el séptimo día?
Lo primero que le dice es que “acabó la obra”. Con ello le está diciendo que Usted es capaz de hacer todas sus tareas en una semana. Que seis días son suficientes para que Usted culmine todo lo que se ha propuesto hacer, siempre y cuando Usted lo haga con amor, con trabajo, con esfuerzo y dedicación.
Y lo segundo y más importante, es que Usted debe descansar. Que si Él que es nuestro creador tuvo la necesidad de descansar, es necesario que Usted también lo haga. Y fue para Dios tan importante este día en el que Usted va a descansar y dejar sus cargas en Él, que se tomó la libertad de Bendecir y Santificar el séptimo día.
¿Usted sabe lo grande que es eso? Que Dios diga: “yo bendigo y santifico este día”. No se Usted pero yo me siento bendecido de reposar en el Señor cada séptimo día. Porque es su día, es día consagrado a Él por la eternidad. Fíjese que esto lo ratificó Dios miles de años después cuando envía la Ley a Moisés.
“Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo”. Deuteronomio 5:12-15
Usted tiene toooooda la semana para hacer lo que le dicte su corazón, para afanarse, para ser lo que Dios quiere que usted sea. Pero eso sí, dedique siempre el último día para descansar en Dios, repose en su regazo, háblele de todas las cosas que en el trajín de la semana no le pudo decir. Dígale las cosa que aun siente le quedaron pendiente por hacer, cuéntele los pecados que cometió, convérsele de sus malas decisiones y él sabrá perdonarle.
Hable con él, él quiere escucharle. Quiere reírse con Usted de sus victorias, se quiere gozar de sus conquistas, quiere sonreír de las pequeñas cosas que le acontecen, quiere conocer lo que aún anhela su corazón, quiere conocer su visión, de los planes que a forjado para su vida, la de sus hijos, su matrimonio, su familia, de todo aquello que necesita. El desea quitar de su espalda el peso de aquellas cosas que le angustian, librarte de preocupaciones, liberarte de tus maldiciones.
Pero entienda esto, el Señor necesita que Usted se “detenga”, que esté “quieto”, “inmóvil” y se quede en reposo, tranquilo. Sabía Usted que ¿siempre que Dios quiso hacer algo poderoso con alguno de sus hijos, lo sumió primero en un sueño profundo? Porque en la quietud de Dios es que el señor obra. El necesita que tu reposes, que te detengas y descanses para el poder hacer las cosas que él quiere de ti.
Consagre el séptimo día para conocer más de Dios. Dedíquelo a él y verá como su vida es transformada. ¡Porque es día santificado! Haga ayuno, lea la palabra, santifique la santa cena. Agrade a Dios con alabanzas. No hay nada que agrade más a Dios que sea Usted quien lo “sorprenda” a él con su esfuerzo, con su adoración. Hágalo y verá como Dios obrará en su vida. No lo haga por recompensas, hágalo por que nace de su corazón.
Recuerde, Dios lo ama tanto que quiere que Usted descanse.
Pero no puede pensar que la enseñanza llega hasta allí, Dios siempre revela lo que va más allá, porque su presente es futuro, su tiempo es diferente al que Usted y yo percibimos. No se quede allí. Pregúntese: ¿Por qué Dios se tomaría la molestia de decirle a Usted que el descansó en el séptimo día?
Lo primero que le dice es que “acabó la obra”. Con ello le está diciendo que Usted es capaz de hacer todas sus tareas en una semana. Que seis días son suficientes para que Usted culmine todo lo que se ha propuesto hacer, siempre y cuando Usted lo haga con amor, con trabajo, con esfuerzo y dedicación.
Y lo segundo y más importante, es que Usted debe descansar. Que si Él que es nuestro creador tuvo la necesidad de descansar, es necesario que Usted también lo haga. Y fue para Dios tan importante este día en el que Usted va a descansar y dejar sus cargas en Él, que se tomó la libertad de Bendecir y Santificar el séptimo día.
¿Usted sabe lo grande que es eso? Que Dios diga: “yo bendigo y santifico este día”. No se Usted pero yo me siento bendecido de reposar en el Señor cada séptimo día. Porque es su día, es día consagrado a Él por la eternidad. Fíjese que esto lo ratificó Dios miles de años después cuando envía la Ley a Moisés.
“Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo”. Deuteronomio 5:12-15
Usted tiene toooooda la semana para hacer lo que le dicte su corazón, para afanarse, para ser lo que Dios quiere que usted sea. Pero eso sí, dedique siempre el último día para descansar en Dios, repose en su regazo, háblele de todas las cosas que en el trajín de la semana no le pudo decir. Dígale las cosa que aun siente le quedaron pendiente por hacer, cuéntele los pecados que cometió, convérsele de sus malas decisiones y él sabrá perdonarle.
Hable con él, él quiere escucharle. Quiere reírse con Usted de sus victorias, se quiere gozar de sus conquistas, quiere sonreír de las pequeñas cosas que le acontecen, quiere conocer lo que aún anhela su corazón, quiere conocer su visión, de los planes que a forjado para su vida, la de sus hijos, su matrimonio, su familia, de todo aquello que necesita. El desea quitar de su espalda el peso de aquellas cosas que le angustian, librarte de preocupaciones, liberarte de tus maldiciones.
Pero entienda esto, el Señor necesita que Usted se “detenga”, que esté “quieto”, “inmóvil” y se quede en reposo, tranquilo. Sabía Usted que ¿siempre que Dios quiso hacer algo poderoso con alguno de sus hijos, lo sumió primero en un sueño profundo? Porque en la quietud de Dios es que el señor obra. El necesita que tu reposes, que te detengas y descanses para el poder hacer las cosas que él quiere de ti.
Consagre el séptimo día para conocer más de Dios. Dedíquelo a él y verá como su vida es transformada. ¡Porque es día santificado! Haga ayuno, lea la palabra, santifique la santa cena. Agrade a Dios con alabanzas. No hay nada que agrade más a Dios que sea Usted quien lo “sorprenda” a él con su esfuerzo, con su adoración. Hágalo y verá como Dios obrará en su vida. No lo haga por recompensas, hágalo por que nace de su corazón.
Recuerde, Dios lo ama tanto que quiere que Usted descanse.
¡El séptimo día es un día de quietud en el Señor!