Un Testimonio de Salvación
Creo que es justo que el primer testimonio que se publique, sea el mío: el autor de esta Web. Considero que es una oportunidad para que las personas me conozcan y sepan quién es la persona detrás de la autoría de esta página.
Usted se preguntará ¿Y qué valor edificante puede aportar este testimonio?
Lo que usted obviamente no sabe, es que no siempre fui un hombre en los caminos del Señor. Entonces, que mejor que ofrecer mi propio testimonio para contarle, cómo llegue a Dios y lo que él hizo para entrar en mi vida. Pienso que más que un testimonio, es una enseñanza del Señor. Una que me motivó a enseñar a otros, que me hace proclamar la grandeza de Dios y que explica cómo obra el Señor para mostrarte el camino.
Empecemos por el principio. No pretendo escribir mí biografía, pero debo ir por pasos para que entienda lo que me costó llegar a Dios, y se lo narraré en tres partes:
Le advierto que este testimonio es bastante perturbador, por lo que como siempre antes de iniciar, le recomiendo hacer una oración para que el Señor le cubra en todo momento.
Usted se preguntará ¿Y qué valor edificante puede aportar este testimonio?
Lo que usted obviamente no sabe, es que no siempre fui un hombre en los caminos del Señor. Entonces, que mejor que ofrecer mi propio testimonio para contarle, cómo llegue a Dios y lo que él hizo para entrar en mi vida. Pienso que más que un testimonio, es una enseñanza del Señor. Una que me motivó a enseñar a otros, que me hace proclamar la grandeza de Dios y que explica cómo obra el Señor para mostrarte el camino.
Empecemos por el principio. No pretendo escribir mí biografía, pero debo ir por pasos para que entienda lo que me costó llegar a Dios, y se lo narraré en tres partes:
- La Iniciación
- Un Camino de Devastación
- La Decisión
Le advierto que este testimonio es bastante perturbador, por lo que como siempre antes de iniciar, le recomiendo hacer una oración para que el Señor le cubra en todo momento.
La Iniciación
Provengo de una familia de formación y creencias católicas, apostólicas y romanas, por lo que fui sometido al bautizo sin consentimiento a los pocos días de nacido y a la comunión en apenas edad escolar. Como practicante del catolicismo, era llevado a las misas de cada domingo y conocí todos los principios eclesiásticos. Para mí un sacerdote, era una persona que representaba a Dios en la tierra, hasta que llego el día de cuestionar esa afirmación y derribar por completo esa fe.
A los catorce años, experimenté un hecho que hizo cambiar todas mis creencias religiosas. La abuela de 81 años de mi amigo de infancia José, estaba poseída por un espíritu maligno.
Si usted vio la película “El Exorcista” de 1973 con Linda Blair y se aterró, imagine tener 14 años de edad y ver de forma manifiesta y real, actividades paranormales y demoníacas en alguien que usted conoce. ¡Es sencillamente espeluznante!
Se que es difícil de creer, pero el mundo espiritual es tan real como la sangre que fluye por sus venas. Había que hacer algo, ¿A quién buscar?
Pues a quien más, a un sacerdote. Él sabrá que hacer.
Acompañé a mi amigo José y a su mamá a la iglesia donde como devotos feligreses conocían al sacerdote. Ella explicó la situación de su anciana madre y logró convencer al sacerdote para que le hiciera una visita en casa para que hiciera algo al respecto. Ciertamente fue, vio lo que se manifestaba sobre la abuelita y dijo que regresaría con ayuda. ¡Aún no ha regresado!
A los pocos días, la abuela murió. Y todos pensaron que aquella presencia maligna que la azotó en sus últimos días, se había marchado. ¡Al fin todo había acabado! No sabíamos que la pesadilla apenas comenzaba.
No paso mucho tiempo para descubrir, que lo que había atormentado a la abuela hasta su muerte, ahora estaba en el cuerpo de mi amigo José. Y usted se preguntará, ¿que pintaba yo en todo esto? cualquiera diría, ¡huye! Y al principio traté de hacerlo, pero ¿iba a dejar a mi amigo José sólo en esta dificultad? Habíamos estudiado juntos desde el preescolar e incluso nuestras familias se conocían entre sí. Obviamente que eso no es lo que hace un amigo, así que estuve con él, acompañándolo aunque sin saber qué hacer.
Esta presencia o espíritu empezó a manifestarse cada vez más, en todo sitio, a cualquier hora, frente a cualquier persona y ahora, en un cuerpo joven tenía mucha fuerza. Lo asfixiaba, lo maltrataba, hería su cuerpo y hablaba en lenguas extrañas. Lo atormentaba constantemente. lo llevaba dormido a lugares peligrosos y luego le despertaba súbitamente; cada vez que este espíritu se manifestaba, empezábamos a rezar, era lo único que conocíamos y parecía no surtir efecto a corto plazo, y mucho menos de forma permanente. Debíamos buscar otro tipo de ayuda.
Ahora bien, a quien recurrir si cuando acudimos a un "hombre de Dios", no aportó nada, ninguna solución, dejando maltrecha la credibilidad y la fe sobre la iglesia católica. Y no se quien sugirió: “Lleven a José con un brujo, esos si saben cómo sacar eso de su cuerpo”.
Recordamos que con nosotros estudiaba un tal Martín, que usaba collares de santería, y parecía saber del tema. Había que consultarlo, y así hicimos. Quizás él podría aportar la solución para José.
Inmediatamente, se interesó en lo que sucedía, y se convirtió en un tutor y guía de todo lo relacionado al espiritismo y posteriormente en la santería. Para él era normal, toda su familia vivía en la brujería.
Y fuimos a la primera reunión, sin saber que era aquello. El cuerpo de Martín, se prestaba para recibir a los diferentes espíritus de las llamadas cortes africanas, indias, vikingas, libertadoras, juanes y hasta una llamada la corte de los malandros. Se inició la consulta con los distintos espíritus, y no falto el tabaco, el ron, los ramazos de ruda y el corneciervo, todo te envuelve en una atmósfera de escepticismo.
Allí se manifestó el demonio que moraba en el cuerpo de mi amigo José y empezó una lucha que tardaría unos dos años para ser expulsado definitivamente de su cuerpo, pero el daño estaba hecho.
Que fácil fue iniciar a dos imberbes en los caminos del espiritismo, la santería y la brujería. Ese día nos iniciamos en el camino de la idolatría, la hechicería y el oscurantismo.
Fui arrastrado por la necesidad de Protección, cautivado por la supuesta Revelación del futuro y envilecido por las ansias de Poder; estas son las tres premisas que llevan al hombre a la idolatría y a creer en la brujería. Yo caí en ella.
Provengo de una familia de formación y creencias católicas, apostólicas y romanas, por lo que fui sometido al bautizo sin consentimiento a los pocos días de nacido y a la comunión en apenas edad escolar. Como practicante del catolicismo, era llevado a las misas de cada domingo y conocí todos los principios eclesiásticos. Para mí un sacerdote, era una persona que representaba a Dios en la tierra, hasta que llego el día de cuestionar esa afirmación y derribar por completo esa fe.
A los catorce años, experimenté un hecho que hizo cambiar todas mis creencias religiosas. La abuela de 81 años de mi amigo de infancia José, estaba poseída por un espíritu maligno.
Si usted vio la película “El Exorcista” de 1973 con Linda Blair y se aterró, imagine tener 14 años de edad y ver de forma manifiesta y real, actividades paranormales y demoníacas en alguien que usted conoce. ¡Es sencillamente espeluznante!
Se que es difícil de creer, pero el mundo espiritual es tan real como la sangre que fluye por sus venas. Había que hacer algo, ¿A quién buscar?
Pues a quien más, a un sacerdote. Él sabrá que hacer.
Acompañé a mi amigo José y a su mamá a la iglesia donde como devotos feligreses conocían al sacerdote. Ella explicó la situación de su anciana madre y logró convencer al sacerdote para que le hiciera una visita en casa para que hiciera algo al respecto. Ciertamente fue, vio lo que se manifestaba sobre la abuelita y dijo que regresaría con ayuda. ¡Aún no ha regresado!
A los pocos días, la abuela murió. Y todos pensaron que aquella presencia maligna que la azotó en sus últimos días, se había marchado. ¡Al fin todo había acabado! No sabíamos que la pesadilla apenas comenzaba.
No paso mucho tiempo para descubrir, que lo que había atormentado a la abuela hasta su muerte, ahora estaba en el cuerpo de mi amigo José. Y usted se preguntará, ¿que pintaba yo en todo esto? cualquiera diría, ¡huye! Y al principio traté de hacerlo, pero ¿iba a dejar a mi amigo José sólo en esta dificultad? Habíamos estudiado juntos desde el preescolar e incluso nuestras familias se conocían entre sí. Obviamente que eso no es lo que hace un amigo, así que estuve con él, acompañándolo aunque sin saber qué hacer.
Esta presencia o espíritu empezó a manifestarse cada vez más, en todo sitio, a cualquier hora, frente a cualquier persona y ahora, en un cuerpo joven tenía mucha fuerza. Lo asfixiaba, lo maltrataba, hería su cuerpo y hablaba en lenguas extrañas. Lo atormentaba constantemente. lo llevaba dormido a lugares peligrosos y luego le despertaba súbitamente; cada vez que este espíritu se manifestaba, empezábamos a rezar, era lo único que conocíamos y parecía no surtir efecto a corto plazo, y mucho menos de forma permanente. Debíamos buscar otro tipo de ayuda.
Ahora bien, a quien recurrir si cuando acudimos a un "hombre de Dios", no aportó nada, ninguna solución, dejando maltrecha la credibilidad y la fe sobre la iglesia católica. Y no se quien sugirió: “Lleven a José con un brujo, esos si saben cómo sacar eso de su cuerpo”.
Recordamos que con nosotros estudiaba un tal Martín, que usaba collares de santería, y parecía saber del tema. Había que consultarlo, y así hicimos. Quizás él podría aportar la solución para José.
Inmediatamente, se interesó en lo que sucedía, y se convirtió en un tutor y guía de todo lo relacionado al espiritismo y posteriormente en la santería. Para él era normal, toda su familia vivía en la brujería.
Y fuimos a la primera reunión, sin saber que era aquello. El cuerpo de Martín, se prestaba para recibir a los diferentes espíritus de las llamadas cortes africanas, indias, vikingas, libertadoras, juanes y hasta una llamada la corte de los malandros. Se inició la consulta con los distintos espíritus, y no falto el tabaco, el ron, los ramazos de ruda y el corneciervo, todo te envuelve en una atmósfera de escepticismo.
Allí se manifestó el demonio que moraba en el cuerpo de mi amigo José y empezó una lucha que tardaría unos dos años para ser expulsado definitivamente de su cuerpo, pero el daño estaba hecho.
Que fácil fue iniciar a dos imberbes en los caminos del espiritismo, la santería y la brujería. Ese día nos iniciamos en el camino de la idolatría, la hechicería y el oscurantismo.
Fui arrastrado por la necesidad de Protección, cautivado por la supuesta Revelación del futuro y envilecido por las ansias de Poder; estas son las tres premisas que llevan al hombre a la idolatría y a creer en la brujería. Yo caí en ella.
Un Camino de Devastación
Pasado un tiempo, ya me encontraba totalmente sumergido en el mundo de la hechicería. Este sería un camino que transitaría por casi ocho años y que llegue a conocer a profundidad. Incluso adquirí jerarquía en el gremio.
No existía un lugar donde se practicara el espiritismo que yo no hubiese visitado. Fui a los lugares más emblemáticos en Venezuela, como son la montaña de Sorte en Yaracuy, El Ingenio en Guatire y Carmen de Urea en el Estado Vargas. Este último, es el pueblo que desapareció de la faz de la tierra en la Tragedia de Vargas del año 1999.
En cada uno de estos sitios, hice “trabajos” de todo tipo. Los llamados “trabajos” son con los que se consiguen favores de amor, obtención de una casa, un ascenso laboral o la desaparición (no física) de un enemigo, era simplemente apartarlo para que no fuera piedra en el camino. Eso era lo que yo creía.
El mal te da el poder de crear maldad y de destruir lo que se pueda. Yo Conocí toda clase de conjuros, bebedizos, velados y todo aquello que le pueda sonar espantoso, pero que son las bases de funcionamiento de la hechicería.
Por medio de la brujería conseguí mejores puestos de trabajo que me permitieron una estabilidad económica, la seguridad financiera me ayudo a ofrecerle matrimonio a la mujer que hoy día es mi esposa. Dos años después de casarnos, mi esposa sale embarazada de la primera de mis dos hijas, había que buscar ahora la seguridad de un hogar, y por medio de la brujería adquirí rápidamente un apartamento para vivir.
El dinero fluía fácilmente en todo lo que hacía. Pude amoblar y equipar mí casa en unos pocos meses, pude igualmente comprar un auto, monte además un negocio propio. ¿Qué más se podía pedir?
La brujería me proveía y recibía los favores de los llamados santos y espíritus que idolatraba, incluso llegue a montar un altar con imágenes y toda clase de herramientas en toda una habitación de la casa. Era solo para ellos, allí hacia sacrificios de pequeñas aves y se las ofrecía como ofrenda por los favores recibidos, allí recibía personas para consultarlas y revelarle el futuro con la lectura del tabaco o de cocos, se convirtió en mi centro de operaciones.
Una cosa que te hace ampararte en la brujería, y que fue lo que me llevo posteriormente a “evolucionar” a la santería es la creencia, que lo que tu estas practicando es bueno.
Que los llamados “santos” son los mismos que venerabas en la iglesia católica, es decir, Olofi es equivalente a dios (Que el Señor los reprenda, nada más por mencionar su santo nombre), Obatalá es la virgen de las Mercedes, Orula es San Onofre y así cada uno, estaba representado por un santo o una llamada virgen del cristianismo. Incluso, no hay brujo o santero que no tenga una Biblia y que se conozca el Salmo 91.
Estas convencido, que cuando tú montas un “trabajo” estás haciendo el bien. Que tú estás combatiendo al demonio y a los espíritus malos. Esto lo llegas a creer, sin saber que estas inmerso en un camino de devastación.
Pasado un tiempo, ya me encontraba totalmente sumergido en el mundo de la hechicería. Este sería un camino que transitaría por casi ocho años y que llegue a conocer a profundidad. Incluso adquirí jerarquía en el gremio.
No existía un lugar donde se practicara el espiritismo que yo no hubiese visitado. Fui a los lugares más emblemáticos en Venezuela, como son la montaña de Sorte en Yaracuy, El Ingenio en Guatire y Carmen de Urea en el Estado Vargas. Este último, es el pueblo que desapareció de la faz de la tierra en la Tragedia de Vargas del año 1999.
En cada uno de estos sitios, hice “trabajos” de todo tipo. Los llamados “trabajos” son con los que se consiguen favores de amor, obtención de una casa, un ascenso laboral o la desaparición (no física) de un enemigo, era simplemente apartarlo para que no fuera piedra en el camino. Eso era lo que yo creía.
El mal te da el poder de crear maldad y de destruir lo que se pueda. Yo Conocí toda clase de conjuros, bebedizos, velados y todo aquello que le pueda sonar espantoso, pero que son las bases de funcionamiento de la hechicería.
Por medio de la brujería conseguí mejores puestos de trabajo que me permitieron una estabilidad económica, la seguridad financiera me ayudo a ofrecerle matrimonio a la mujer que hoy día es mi esposa. Dos años después de casarnos, mi esposa sale embarazada de la primera de mis dos hijas, había que buscar ahora la seguridad de un hogar, y por medio de la brujería adquirí rápidamente un apartamento para vivir.
El dinero fluía fácilmente en todo lo que hacía. Pude amoblar y equipar mí casa en unos pocos meses, pude igualmente comprar un auto, monte además un negocio propio. ¿Qué más se podía pedir?
La brujería me proveía y recibía los favores de los llamados santos y espíritus que idolatraba, incluso llegue a montar un altar con imágenes y toda clase de herramientas en toda una habitación de la casa. Era solo para ellos, allí hacia sacrificios de pequeñas aves y se las ofrecía como ofrenda por los favores recibidos, allí recibía personas para consultarlas y revelarle el futuro con la lectura del tabaco o de cocos, se convirtió en mi centro de operaciones.
Una cosa que te hace ampararte en la brujería, y que fue lo que me llevo posteriormente a “evolucionar” a la santería es la creencia, que lo que tu estas practicando es bueno.
Que los llamados “santos” son los mismos que venerabas en la iglesia católica, es decir, Olofi es equivalente a dios (Que el Señor los reprenda, nada más por mencionar su santo nombre), Obatalá es la virgen de las Mercedes, Orula es San Onofre y así cada uno, estaba representado por un santo o una llamada virgen del cristianismo. Incluso, no hay brujo o santero que no tenga una Biblia y que se conozca el Salmo 91.
Estas convencido, que cuando tú montas un “trabajo” estás haciendo el bien. Que tú estás combatiendo al demonio y a los espíritus malos. Esto lo llegas a creer, sin saber que estas inmerso en un camino de devastación.
La Decisión
Un día me llego una noticia de una amiga que hacía unos años atrás, le habíamos hecho un “trabajo” para quitar de su camino a su esposo. Su historia era terrible, ya que el hombre con el que se casó se transformó en un monstruo que la golpeaba, la mantenía amenazada e incluso la violaba. El “trabajo” se hizo y al poco tiempo me entere que había logrado iniciar el divorcio. osea, el "trabajo" funcionó. Pero no todo quedó allí, un año más tarde me entere que en una riña, este hombre recibió una puñalada y murió.
Este hecho me hizo cuestionar ¿será que murió por qué le tocaba su hora o fue a consecuencia del “trabajo” que se hizo? Esto no es lo que yo quería, jamás haría algo para quitar la vida de alguien. no era su muerte lo que se había pedido ¿Estaré yo realmente haciendo lo correcto? ¿Es bueno lo que estoy haciendo?
Esta cantidad de dudas empezó a inundar mi cabeza. Empecé a cuestionar si cuando se hacía un trabajo de “amor”, ¿no estaba forzando yo al destino, para unir a dos personas que no estaban destinadas a estarlo?. Esto me llevo a entender, que cada vez que busqué complacer a alguien con un favor de un “santo” o de un “espíritu de los buenos”, el favor concedido venia después de pisotear la cabeza de alguien más, es decir, tú surges pero porque estas hundiendo tu pie sobre alguien más, tu favor es a costa del dolor de otro ¿Qué es lo bueno que hay en esto?
Y al cuestionar, empecé a perder los favores que antes florecían a mi paso. Una cadena de eventos adversos se levantó en mi contra. Empezaba mi descenso y el reclamo del infierno, los demonios a quienes servía empezaban a mostrar su verdadero rostro y se daban cuenta que yo ya no les era un servidor fiel.
Todo aquello que había ganado en mala forma, se desvanecía. Perdí el trabajo, el negocio que inicie se cayó drásticamente, mis hijas enfermaban casi que semanalmente, tuve un accidente en el cual destruí un vehículo ajeno, por lo que tuve que vender mi carro para pagarlo. Cada evento me empujó hacia los vicios, los cigarros y alcohol eran mis compañeros del día a día y los juegos de apuestas se convirtieron en mi única fuente de ingreso.
Hasta que todo colapso y lo inevitable llego a mi vida. Había llegado al fondo del abismo. Incapaz de poder sustentar a mi familia, los envié a casa de mis suegros. Yo no tenía ya, ni como alimentarlos. Preferí alejarlos de mí, antes que arrástralos al foso en que estaba cayendo mi vida.
Esa noche, solo en casa, me derrumbe. Quebrantado en mi espíritu, abatido sobre el suelo llorando y estando de rodillas, le dije al Señor en voz alta:
Dios ¿dime que quieres de mí? Ayúdame, porque ya por mis propias fuerzas me es imposible levantarme
Y en ese momento, una Biblia que tenía abierta en el salmo 91, se cayó sin explicación alguna, de un muro donde estaba. Y cayó justo frente a mí. La recogí y vi que estaba abierta al principio de un libro llamado Deuteronomio. Algo en mi mente me decía: léelo, léelo.
Confieso que jamás lo había visto, de hecho nunca había leído la Biblia, de ella solo conocía el salmo 91 y nada más, Dios es quien te dice donde comenzar a leer su palabra, era lo que quería que leyera. Esa noche Dios me estaba hablando. Era el momento que Dios estaba esperando para tener un momento a solas conmigo. Le digo que leí los 34 capítulos del Deuteronomio en una noche, leí hasta que amaneció.
Y era como si el libro me hablara directo a la cara, recuerdo que la palabra de Dios me decía: no existe nada que Dios aborrezca más, que la idolatría. Y entendí que Dios, es un Dios celoso. En que lío estaba metido, sentí el dedo acusador de Dios justo frente a mí, porque Dios perdona todo tipo de pecados pero la creencia en falsos dioses es la ofensa más terrible, la mayor ofensa contra el Señor. A la luz del amanecer, pedí con todas las fuerzas de mi corazón, Perdón a Dios por haberlo ofendido y prometí jamás volver a pecar.
Cuando amaneció, entendí lo que Dios me habló y tome la decisión que cambiaría mi vida por completo.
Recuerdo que fui a mi caja de herramientas y busque un martillo, luego busque en el closet un cajón de madera y me fui a la habitación donde tenía el gran altar, lleno de imágenes, collares, y todo lo que la brujería me había dado. La palabra de Dios me había enseñado esa noche y ya sabía lo que tenía que hacer:
"Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego" Deuteronomio 7:5
Martillo en mano, destruí todas las imágenes y las arroje al cajón de madera, reventé cada collar y junte todo aquello que representaba idolatría. Tome el cajón y salí de la casa, me fui a un terreno baldío y allí le prendí fuego al cajón con todo lo que allí estaba.
Enormes lenguaradas de fuego se levantaron como demonios regresando a los infiernos. Yo sabía que lo que había hecho era tremendo y mis acciones habían estremecido el mundo espiritual, estaba renunciando a los demonios a los cuales había servido por años.
Sin ayuda ni consejo de ninguna persona, más allá de lo que Dios me hablo y me mostró esa noche, yo logre renunciar a la idolatría. Pero no crea que fue por fuerza propia, toda la Gloria es de Dios, fue su palabra y su voluntad la que me rescató hacia la salvación. El hablo a mi corazón. Ese día aprendí a escuchar la voz de Dios, entendí que él quería hablarme siempre, que él me había llamado para cumplir un propósito en Él. Mi único merito, es haber creído ciegamente en su palabra y abrirle mi corazón.
Pero renunciar no bastaba, era necesario aceptar a Dios como mi único y suficiente salvador. Eso no paso de inmediato. Por años fui perseguido, fui tentado, y mi vida estuvo llena de ataques constantes del enemigo, incluso contra mi propia existencia, pero yo estaba blindado en Dios, Él me tenia de su mano, me guardó y mi fe permanecía firme en él, aunque él necesitaba probarme.
Por más de quince años, pensé que caminaba solo, nada más que con mi fe en Dios. La verdad era que Dios cuidaba de mi, me estuvo buscando siempre, él estaba caminando a mi lado, me observaba, esperaba su momento. Aunque me sentía en comunión con Dios, yo no quería ser parte de ninguna iglesia, quería estar lejos de todo lo que me representara religión, nada que pareciera culto o idolatría a algo era de mi agrado, me alejé de todo donde hubiese cualquier tipo de adoración y menos donde pudiese existir un hecho sobrenatural. Para mi era Dios y nada más.
Afortunadamente, ya mi esposa y mis hijas habían llegado al camino. Llevaban un tiempo asistiendo a la iglesia cristiana y ellas fueron mis mentoras de lo que representaba vivir como cristiano. Pero a mí en lo particular, no me había llegado el llamado.
Y no fue sino hasta hace unos pocos años, que el Señor me dijo: Es hora, he aquí tu iglesia, es momento de afianzar tu vida en la roca poderosa que soy Yo.
Pase por varios procesos hasta que fui bautizado como cristiano. Después de aceptar al Señor, él me ha pedido algo más: que mi vida sea Consagrada a Dios, y yo acepte.
Hoy día sé, que Él me ha dado toda autoridad y entendimiento para socavar toda practica de brujería, potestad para hacer huir cualquier espíritu enviado por el enemigo y que Dios me ha empoderado para que alce mi voz contra los actos de idolatría a falsos dioses de cualquier índole. Mi testimonio es el arma que derriba, cualquier altar, cualquier acto de santería, brujería o hechicería. De este tema escribí un Estudio Bíblico que le recomiendo leer: La Mayor de las Ofensas.
El Señor aun me habla, lo hace todos los días y es mi deber dar testimonio de que es así. No puedo callar, el Señor necesita que mi historia, mi experiencia, que lo vivido, muestren la verdad antes que otros caigan en ese abismo.
Su infinito amor, su misericordia y su bendición, me acompañan todos los días de mi vida y en los de mi familia. Y cada día le doy gracias porque de no ser por él, no hubiese conocido el verdadero camino hacia la salvación.
Un día me llego una noticia de una amiga que hacía unos años atrás, le habíamos hecho un “trabajo” para quitar de su camino a su esposo. Su historia era terrible, ya que el hombre con el que se casó se transformó en un monstruo que la golpeaba, la mantenía amenazada e incluso la violaba. El “trabajo” se hizo y al poco tiempo me entere que había logrado iniciar el divorcio. osea, el "trabajo" funcionó. Pero no todo quedó allí, un año más tarde me entere que en una riña, este hombre recibió una puñalada y murió.
Este hecho me hizo cuestionar ¿será que murió por qué le tocaba su hora o fue a consecuencia del “trabajo” que se hizo? Esto no es lo que yo quería, jamás haría algo para quitar la vida de alguien. no era su muerte lo que se había pedido ¿Estaré yo realmente haciendo lo correcto? ¿Es bueno lo que estoy haciendo?
Esta cantidad de dudas empezó a inundar mi cabeza. Empecé a cuestionar si cuando se hacía un trabajo de “amor”, ¿no estaba forzando yo al destino, para unir a dos personas que no estaban destinadas a estarlo?. Esto me llevo a entender, que cada vez que busqué complacer a alguien con un favor de un “santo” o de un “espíritu de los buenos”, el favor concedido venia después de pisotear la cabeza de alguien más, es decir, tú surges pero porque estas hundiendo tu pie sobre alguien más, tu favor es a costa del dolor de otro ¿Qué es lo bueno que hay en esto?
Y al cuestionar, empecé a perder los favores que antes florecían a mi paso. Una cadena de eventos adversos se levantó en mi contra. Empezaba mi descenso y el reclamo del infierno, los demonios a quienes servía empezaban a mostrar su verdadero rostro y se daban cuenta que yo ya no les era un servidor fiel.
Todo aquello que había ganado en mala forma, se desvanecía. Perdí el trabajo, el negocio que inicie se cayó drásticamente, mis hijas enfermaban casi que semanalmente, tuve un accidente en el cual destruí un vehículo ajeno, por lo que tuve que vender mi carro para pagarlo. Cada evento me empujó hacia los vicios, los cigarros y alcohol eran mis compañeros del día a día y los juegos de apuestas se convirtieron en mi única fuente de ingreso.
Hasta que todo colapso y lo inevitable llego a mi vida. Había llegado al fondo del abismo. Incapaz de poder sustentar a mi familia, los envié a casa de mis suegros. Yo no tenía ya, ni como alimentarlos. Preferí alejarlos de mí, antes que arrástralos al foso en que estaba cayendo mi vida.
Esa noche, solo en casa, me derrumbe. Quebrantado en mi espíritu, abatido sobre el suelo llorando y estando de rodillas, le dije al Señor en voz alta:
Dios ¿dime que quieres de mí? Ayúdame, porque ya por mis propias fuerzas me es imposible levantarme
Y en ese momento, una Biblia que tenía abierta en el salmo 91, se cayó sin explicación alguna, de un muro donde estaba. Y cayó justo frente a mí. La recogí y vi que estaba abierta al principio de un libro llamado Deuteronomio. Algo en mi mente me decía: léelo, léelo.
Confieso que jamás lo había visto, de hecho nunca había leído la Biblia, de ella solo conocía el salmo 91 y nada más, Dios es quien te dice donde comenzar a leer su palabra, era lo que quería que leyera. Esa noche Dios me estaba hablando. Era el momento que Dios estaba esperando para tener un momento a solas conmigo. Le digo que leí los 34 capítulos del Deuteronomio en una noche, leí hasta que amaneció.
Y era como si el libro me hablara directo a la cara, recuerdo que la palabra de Dios me decía: no existe nada que Dios aborrezca más, que la idolatría. Y entendí que Dios, es un Dios celoso. En que lío estaba metido, sentí el dedo acusador de Dios justo frente a mí, porque Dios perdona todo tipo de pecados pero la creencia en falsos dioses es la ofensa más terrible, la mayor ofensa contra el Señor. A la luz del amanecer, pedí con todas las fuerzas de mi corazón, Perdón a Dios por haberlo ofendido y prometí jamás volver a pecar.
Cuando amaneció, entendí lo que Dios me habló y tome la decisión que cambiaría mi vida por completo.
Recuerdo que fui a mi caja de herramientas y busque un martillo, luego busque en el closet un cajón de madera y me fui a la habitación donde tenía el gran altar, lleno de imágenes, collares, y todo lo que la brujería me había dado. La palabra de Dios me había enseñado esa noche y ya sabía lo que tenía que hacer:
"Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego" Deuteronomio 7:5
Martillo en mano, destruí todas las imágenes y las arroje al cajón de madera, reventé cada collar y junte todo aquello que representaba idolatría. Tome el cajón y salí de la casa, me fui a un terreno baldío y allí le prendí fuego al cajón con todo lo que allí estaba.
Enormes lenguaradas de fuego se levantaron como demonios regresando a los infiernos. Yo sabía que lo que había hecho era tremendo y mis acciones habían estremecido el mundo espiritual, estaba renunciando a los demonios a los cuales había servido por años.
Sin ayuda ni consejo de ninguna persona, más allá de lo que Dios me hablo y me mostró esa noche, yo logre renunciar a la idolatría. Pero no crea que fue por fuerza propia, toda la Gloria es de Dios, fue su palabra y su voluntad la que me rescató hacia la salvación. El hablo a mi corazón. Ese día aprendí a escuchar la voz de Dios, entendí que él quería hablarme siempre, que él me había llamado para cumplir un propósito en Él. Mi único merito, es haber creído ciegamente en su palabra y abrirle mi corazón.
Pero renunciar no bastaba, era necesario aceptar a Dios como mi único y suficiente salvador. Eso no paso de inmediato. Por años fui perseguido, fui tentado, y mi vida estuvo llena de ataques constantes del enemigo, incluso contra mi propia existencia, pero yo estaba blindado en Dios, Él me tenia de su mano, me guardó y mi fe permanecía firme en él, aunque él necesitaba probarme.
Por más de quince años, pensé que caminaba solo, nada más que con mi fe en Dios. La verdad era que Dios cuidaba de mi, me estuvo buscando siempre, él estaba caminando a mi lado, me observaba, esperaba su momento. Aunque me sentía en comunión con Dios, yo no quería ser parte de ninguna iglesia, quería estar lejos de todo lo que me representara religión, nada que pareciera culto o idolatría a algo era de mi agrado, me alejé de todo donde hubiese cualquier tipo de adoración y menos donde pudiese existir un hecho sobrenatural. Para mi era Dios y nada más.
Afortunadamente, ya mi esposa y mis hijas habían llegado al camino. Llevaban un tiempo asistiendo a la iglesia cristiana y ellas fueron mis mentoras de lo que representaba vivir como cristiano. Pero a mí en lo particular, no me había llegado el llamado.
Y no fue sino hasta hace unos pocos años, que el Señor me dijo: Es hora, he aquí tu iglesia, es momento de afianzar tu vida en la roca poderosa que soy Yo.
Pase por varios procesos hasta que fui bautizado como cristiano. Después de aceptar al Señor, él me ha pedido algo más: que mi vida sea Consagrada a Dios, y yo acepte.
Hoy día sé, que Él me ha dado toda autoridad y entendimiento para socavar toda practica de brujería, potestad para hacer huir cualquier espíritu enviado por el enemigo y que Dios me ha empoderado para que alce mi voz contra los actos de idolatría a falsos dioses de cualquier índole. Mi testimonio es el arma que derriba, cualquier altar, cualquier acto de santería, brujería o hechicería. De este tema escribí un Estudio Bíblico que le recomiendo leer: La Mayor de las Ofensas.
El Señor aun me habla, lo hace todos los días y es mi deber dar testimonio de que es así. No puedo callar, el Señor necesita que mi historia, mi experiencia, que lo vivido, muestren la verdad antes que otros caigan en ese abismo.
Su infinito amor, su misericordia y su bendición, me acompañan todos los días de mi vida y en los de mi familia. Y cada día le doy gracias porque de no ser por él, no hubiese conocido el verdadero camino hacia la salvación.