Yo estuve encadenado por 36 años al vicio del cigarrillo y Dios me liberó ¿Quién dice que no se puede romper una cadena? Tomé mi primer cigarro a los 14 años de edad; hoy tengo 50 y por vez primera ¡Soy Libre!
Quizás conocer mi nombre no sea relevante; pero saber de mi historia, de cómo Dios me liberó de las cadenas de mi adicción, estoy seguro que sí le interesa y mucho. Espero que mi testimonio le ayudé a transformar su vida. Saber que ¡En Dios todo se puede!
Creo que explicar lo adictivo que es un vicio, a alguien que nunca ha tenido uno, es difícil. ¿Cómo puede entender alguien que jamás ha fumado, que nunca ha tomado licor o ha consumido algún tipo de droga, saber lo que es ser esclavo de la adicción? No se consiguen las palabras para describirlo. Pero para el fumador, el alcohólico o el drogadicto la adicción es parte de su ADN. ¡El adicto vive en sufrimiento, vive con culpa!
Hay quienes dicen: “yo no tengo vicios, yo solo fumo cigarrillos”. Estas son las personas que se encuentran en un estado tal de negación, que creen que el cigarrillo está por encima en la cadena de las adicciones. Pues déjeme decirle que TODAS son igual de peligrosas, destructivas y al final te consumen hasta la muerte. Y lo peor de todo esto, es que te ha Dominado de tal manera, que no eres capaz de admitir lo débil que eres ante él. Le has dado tanta autoridad sobre tu vida, que es quien dicta las pautas sobre ella.
Pero no le daré un sermón de cómo actuar ante sus vicios, que mi testimonio hable por sí solo. Yo fume durante 36 años, fui esclavo del cigarrillo desde el primer día que lleve uno a mis labios.
Mi primer cigarro no fue por curiosidad como pasa con muchos muchachos en la adolescencia. Tomé el vicio del cigarro como un escape ante los conflictos que se sucedían en mi hogar, y que eran causa de muchas de mis angustias de adolescente. Lo que más me arrepiento, es de haberlos arrastrado conmigo cuando inicie la construcción de mi propia familia.
Yo soy culpable, ¡lo admito! me encantaba fumar, sentía un gran placer al fumar, el olor del tabaco me proporcionaba tranquilidad, cada bocanada de humo que tomaba era un relax para mí. Cada cigarrillo que fumaba despejaba mi mente, el tenerlo entre mis dedos me daba seguridad.
El vicio del cigarrillo me domino de tal manera, que le di el primer lugar en mi vida.
Recuerdo que de joven antes de casarme existieron dos hechos que hoy logro comprender, fueron las marcas del amo para la esclavitud.
El Atletismo fue de las actividades deportivas más importantes de mi juventud. Participé en competencias institucionales, luego regionales y logré destacarme por mi desempeño, al punto de ser considerado para competencias nacionales. Un día mi entrenadora notó un olor a cigarrillo en mis ropas y se percató de mi aliento de fumador, por lo que me increpó a abandonar el vicio, o no iba poder seguir entrenando, ya que era contraproducente. Acto seguido, deje de ir a los entrenamientos y progresivamente abandoné la disciplina. ¡Esta fue mi primera derrota frente al vicio!
Quizás conocer mi nombre no sea relevante; pero saber de mi historia, de cómo Dios me liberó de las cadenas de mi adicción, estoy seguro que sí le interesa y mucho. Espero que mi testimonio le ayudé a transformar su vida. Saber que ¡En Dios todo se puede!
Creo que explicar lo adictivo que es un vicio, a alguien que nunca ha tenido uno, es difícil. ¿Cómo puede entender alguien que jamás ha fumado, que nunca ha tomado licor o ha consumido algún tipo de droga, saber lo que es ser esclavo de la adicción? No se consiguen las palabras para describirlo. Pero para el fumador, el alcohólico o el drogadicto la adicción es parte de su ADN. ¡El adicto vive en sufrimiento, vive con culpa!
Hay quienes dicen: “yo no tengo vicios, yo solo fumo cigarrillos”. Estas son las personas que se encuentran en un estado tal de negación, que creen que el cigarrillo está por encima en la cadena de las adicciones. Pues déjeme decirle que TODAS son igual de peligrosas, destructivas y al final te consumen hasta la muerte. Y lo peor de todo esto, es que te ha Dominado de tal manera, que no eres capaz de admitir lo débil que eres ante él. Le has dado tanta autoridad sobre tu vida, que es quien dicta las pautas sobre ella.
Pero no le daré un sermón de cómo actuar ante sus vicios, que mi testimonio hable por sí solo. Yo fume durante 36 años, fui esclavo del cigarrillo desde el primer día que lleve uno a mis labios.
Mi primer cigarro no fue por curiosidad como pasa con muchos muchachos en la adolescencia. Tomé el vicio del cigarro como un escape ante los conflictos que se sucedían en mi hogar, y que eran causa de muchas de mis angustias de adolescente. Lo que más me arrepiento, es de haberlos arrastrado conmigo cuando inicie la construcción de mi propia familia.
Yo soy culpable, ¡lo admito! me encantaba fumar, sentía un gran placer al fumar, el olor del tabaco me proporcionaba tranquilidad, cada bocanada de humo que tomaba era un relax para mí. Cada cigarrillo que fumaba despejaba mi mente, el tenerlo entre mis dedos me daba seguridad.
El vicio del cigarrillo me domino de tal manera, que le di el primer lugar en mi vida.
Recuerdo que de joven antes de casarme existieron dos hechos que hoy logro comprender, fueron las marcas del amo para la esclavitud.
El Atletismo fue de las actividades deportivas más importantes de mi juventud. Participé en competencias institucionales, luego regionales y logré destacarme por mi desempeño, al punto de ser considerado para competencias nacionales. Un día mi entrenadora notó un olor a cigarrillo en mis ropas y se percató de mi aliento de fumador, por lo que me increpó a abandonar el vicio, o no iba poder seguir entrenando, ya que era contraproducente. Acto seguido, deje de ir a los entrenamientos y progresivamente abandoné la disciplina. ¡Esta fue mi primera derrota frente al vicio!
El segundo hecho fue tener la oportunidad de ingresar en la Academia Militar (lo cual era dificilísimo) Yo aprobé las pruebas académicas, medicas, físicas y psicológicas. Y salí seleccionado en el listado de “Aprobados”. Un día antes de irme a iniciar lo que para muchos es el sueño de su vida: la carrera militar; yo desistí. Sólo pensar que estaría en un régimen de “orden cerrado” donde no podría fumar, me hizo cambiar de opinión. ¡Ya era Esclavo!
Pero no me detuve, siempre me gustó el dinero y eso me hizo buscar más el lado laboral que el académico. Y fui exitoso en eso, logré hacerme de puestos de trabajo en importantes empresas financieras. Eran trabajos estresantes y de gran responsabilidad, donde siempre tuve personas a mi cargo y lidié con un gran número de conflictos laborales. Este escenario era la excusa ideal para fumar.
Pero no había problema que me superara, siempre y cuando tuviera una cajetilla de cigarros en mi bolsillo. Puedo decir que en muy pocas ocasiones de mi vida me falto el cigarrillo. Si algo me enseño el vicio fue a no esperar que se me acabara, al punto de comprar cigarrillos no por cajetilla, sino por cartones (Caja de 10 Paquetes).
Y aquello de ¡Hombre prevenido vale por dos! yo lo aplicaba muy bien. Yo tenía una cajetilla de cigarros en cada gaveta de la oficina, siempre con una en el bolsillo del saco y una en el pantalón, una en el maletín, una en la mesita de noche, en la guantera del carro, en el koala y hasta en la cartera de mi esposa había una.
En las épocas no muy felices de dificultades económicas, aprendí a implementar una especie de “diezmo” de cigarrillos (que horror). De cada cajetilla (cada una trae 20 cigarrillos) que lograba comprar, guardaba dos (2) cigarrillos. Y estaban por todas partes, metidos en los bolsillos de las chaquetas, camisas en el closet, gavetas, y donde se le ocurra. Por ello toda mi ropa olía siempre a tabaco y la picadura de tabaco se acumulaba al fondo de cada bolsillo. Eso era común.
El vicio dominaba todos los aspectos de mi vida. No fumaba dentro de casa por respeto a mi esposa y a mis hijas (siempre las mantuve al margen del vicio), pero salía de casa cada 20 o 30 minutos para fumar. Si estaba viendo un programa de TV, salía en cada inicio de comerciales. Si estaba en el cine, salía a mitad de película, para fumar. Si estaba en un lugar donde estaba prohibido fumar, buscaba ir a algún baño, buscar una excusa, debía “escapar” por algún lado para fumar así fuesen solo dos bocanadas.
Fumar se convirtió en algo más que un hábito. El cigarrillo cumplía una rutina. Fumaba al levantarme y antes de acostarme, al salir de casa, al bajarme del bus, antes de subirme a un vehículo, antes de entrar al trabajo, después de cada café, después de cada comida, antes y después de cada reunión, antes de ingresar a un centro comercial, en cada baño público, en cada parada de descanso de cada viaje, en la playa, de vacaciones, en fiestas, en todo lugar y después de cada tarea. Era cautivo de un vicio que tenía más potestad que yo.
El vicio llego a tener tanta autoridad sobre mí, que perdí oportunidades extraordinarias de empleo porque no se podía fumar dentro de sus instalaciones. Recuerdo un empleo fabuloso que me surgió, donde pase las pruebas laborales, aprobé cada entrevista, estaba súper calificado y me plantearon un salario, con bonificaciones y comisiones envidiables. Y ya cuando estábamos por firmar el contrato, se me ocurrió preguntar: ¿la empresa tiene área de fumadores? Y hasta allí duró la magia. ¡No lo acepté!
En ocasiones fui amonestado en trabajos por abandonar mi escritorio para salir a la calle a fumar. Que alguien criticara mi vicio lo convertía automáticamente en mi enemigo, al punto de descartar para siempre su amistad, visitarlo o incluso llamarle. Una vez cuestionándome a mi mismo, me di cuenta que estaba fumando más de lo normal, entonces me dije “voy a fumar sólo cuando tome licor” y el remedio fue peor que la enfermedad, porque empecé a tomar licor a diario, por lo que tuve que aceptar que era mejor fumar que adicionar un nuevo vicio a mi vida.
Porque debo decirle que muchas veces tuve la intención de dejar el vicio. Sabía que me hacía daño, que fumaba demasiado y que incluso el cigarrillo estaba maltratando no sólo mis relaciones laborales, sino también las afectivas, las de mis seres más queridos. Cuando me daba gripe por ejemplo, fumar era doloroso, dolían los pulmones pero igual fumaba. Llegue a fumar incluso horas después de salir de un quirófano, por una hernia umbilical. ¡No tenia limites!
Pero no había problema que me superara, siempre y cuando tuviera una cajetilla de cigarros en mi bolsillo. Puedo decir que en muy pocas ocasiones de mi vida me falto el cigarrillo. Si algo me enseño el vicio fue a no esperar que se me acabara, al punto de comprar cigarrillos no por cajetilla, sino por cartones (Caja de 10 Paquetes).
Y aquello de ¡Hombre prevenido vale por dos! yo lo aplicaba muy bien. Yo tenía una cajetilla de cigarros en cada gaveta de la oficina, siempre con una en el bolsillo del saco y una en el pantalón, una en el maletín, una en la mesita de noche, en la guantera del carro, en el koala y hasta en la cartera de mi esposa había una.
En las épocas no muy felices de dificultades económicas, aprendí a implementar una especie de “diezmo” de cigarrillos (que horror). De cada cajetilla (cada una trae 20 cigarrillos) que lograba comprar, guardaba dos (2) cigarrillos. Y estaban por todas partes, metidos en los bolsillos de las chaquetas, camisas en el closet, gavetas, y donde se le ocurra. Por ello toda mi ropa olía siempre a tabaco y la picadura de tabaco se acumulaba al fondo de cada bolsillo. Eso era común.
El vicio dominaba todos los aspectos de mi vida. No fumaba dentro de casa por respeto a mi esposa y a mis hijas (siempre las mantuve al margen del vicio), pero salía de casa cada 20 o 30 minutos para fumar. Si estaba viendo un programa de TV, salía en cada inicio de comerciales. Si estaba en el cine, salía a mitad de película, para fumar. Si estaba en un lugar donde estaba prohibido fumar, buscaba ir a algún baño, buscar una excusa, debía “escapar” por algún lado para fumar así fuesen solo dos bocanadas.
Fumar se convirtió en algo más que un hábito. El cigarrillo cumplía una rutina. Fumaba al levantarme y antes de acostarme, al salir de casa, al bajarme del bus, antes de subirme a un vehículo, antes de entrar al trabajo, después de cada café, después de cada comida, antes y después de cada reunión, antes de ingresar a un centro comercial, en cada baño público, en cada parada de descanso de cada viaje, en la playa, de vacaciones, en fiestas, en todo lugar y después de cada tarea. Era cautivo de un vicio que tenía más potestad que yo.
El vicio llego a tener tanta autoridad sobre mí, que perdí oportunidades extraordinarias de empleo porque no se podía fumar dentro de sus instalaciones. Recuerdo un empleo fabuloso que me surgió, donde pase las pruebas laborales, aprobé cada entrevista, estaba súper calificado y me plantearon un salario, con bonificaciones y comisiones envidiables. Y ya cuando estábamos por firmar el contrato, se me ocurrió preguntar: ¿la empresa tiene área de fumadores? Y hasta allí duró la magia. ¡No lo acepté!
En ocasiones fui amonestado en trabajos por abandonar mi escritorio para salir a la calle a fumar. Que alguien criticara mi vicio lo convertía automáticamente en mi enemigo, al punto de descartar para siempre su amistad, visitarlo o incluso llamarle. Una vez cuestionándome a mi mismo, me di cuenta que estaba fumando más de lo normal, entonces me dije “voy a fumar sólo cuando tome licor” y el remedio fue peor que la enfermedad, porque empecé a tomar licor a diario, por lo que tuve que aceptar que era mejor fumar que adicionar un nuevo vicio a mi vida.
Porque debo decirle que muchas veces tuve la intención de dejar el vicio. Sabía que me hacía daño, que fumaba demasiado y que incluso el cigarrillo estaba maltratando no sólo mis relaciones laborales, sino también las afectivas, las de mis seres más queridos. Cuando me daba gripe por ejemplo, fumar era doloroso, dolían los pulmones pero igual fumaba. Llegue a fumar incluso horas después de salir de un quirófano, por una hernia umbilical. ¡No tenia limites!
No tener cigarrillos o no poder fumar, me generaba estados de agresividad, angustia, desesperación, andaba como acelerado. Me convertía en una persona violenta e irracional si no podía fumar. Fue entonces cuando mi hija me negó el acercarme a mi recién nacida nieta, si no me bañaba y cambiaba de ropa primero, ya que el olor a nicotina que emanaba de mí era grande y yo no lo percibía.
No poder acercarme a mi nieta, era un dolor duro de asimilar porque me sentía preso del cigarro, estaba encadenado a él. Tenia que escoger y el cigarro tenia ventajas sobre mi.
No poder acercarme a mi nieta, era un dolor duro de asimilar porque me sentía preso del cigarro, estaba encadenado a él. Tenia que escoger y el cigarro tenia ventajas sobre mi.
Tener la fuerza para dejar un vicio, no es tarea para un hombre, solo Dios puede hacerlo. Y nunca es tarde para recibir el llamado de Dios hacia sus caminos y en mi caso fue así, a los 50. Muchos dirán: “y porque no lo hiciste cuando eras jovencito y estabas de parranda en parranda”. A ellos les diré que “la sabiduría que hoy tengo la agradezco a toda una vida de errores que cometí desde mi juventud”
Gandhi decía: "La libertad no vale la pena, si no conlleva la libertad de errar".
Mi adicción era tal, que cuando empecé a congregarme como cristiano fumaba antes y después de salir de la iglesia. Dios me observaba y esperaba el momento para quebrantarme.
Y es que Dios tenía un plan para mí. Y cuando llego ese día, uso al Pastor como formidable herramienta para direccionar su prédica hacia mí, y se valió de la palabra para aleccionar y transformar mi vida. Ese fue el día que decidió sacarme de mi cárcel.
Y fue en ese momento que lo dicho por Pablo en su carta al pueblo de Corintios cobró sentido, esa palabra me hizo reflexionar. "Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna." 1 Corintios 6:12
Ella me reveló mi cautiverio, entendí que estaba siendo dominado por aquello a lo que yo di autoridad. Comprendí que somos cautivos por muchas cosas que no convienen y que vivía dominado por la adicción.
Este servicio estaba definitivamente dedicado a mi espíritu, era Dios hablándome por medio del Pastor sobre como la adicción y el vicio se habían apoderado de mi vida. Y el Señor tocó mi corazón, me hizo recapacitar. Recuerdo que pensé ¿Cómo era posible que algo tan pequeño como un cigarro, podía dominarme y ser más fuerte que yo?
Y en medio de esa meditación, el Pastor dice: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas." Josué 1:9
No cabe duda, Dios me estaba tendiendo la mano, pero debía ser valiente para poder finalmente vencer aquello que me había hecho cautivo, que me mantenía encadenado.
Nada es por casualidad, tampoco hay palabra del Señor que regrese vacía. Me levante de mi asiento, saque una cajetilla de cigarrillos que tenía en mi bolsillo y me fui hasta donde el Pastor estaba dando la predica. Sin mediar palabras, tome su mano y la abrí, allí le entregue a mi carcelero, al que me había tenido por años cautivo. Luego cerré con fuerza su puño y el Señor le hablo en el espíritu, y me dijo: “Dios está agradado de tu decisión, y por ello te ha hecho libre”
Hasta ese día fumé. Más nunca lleve un cigarro a mi boca. Y debo confesar que fue la mano de Dios, su palabra sanadora, fue su amor hacia mí lo único que hizo posible este milagro. Porque dejar una adicción no se logra sino solo por la voluntad de Dios, porque por la mía ya había fallado muchas veces en el pasado.
Luchar luego contra la ansiedad no fue fácil, a nadie puedo decir que lo fue. Pero la oración reforzaba mis fuerzas. Dios seguía hablándome, cada día me decía: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia." Isaías 41:10
"Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo" Isaías 41:13
Gandhi decía: "La libertad no vale la pena, si no conlleva la libertad de errar".
Mi adicción era tal, que cuando empecé a congregarme como cristiano fumaba antes y después de salir de la iglesia. Dios me observaba y esperaba el momento para quebrantarme.
Y es que Dios tenía un plan para mí. Y cuando llego ese día, uso al Pastor como formidable herramienta para direccionar su prédica hacia mí, y se valió de la palabra para aleccionar y transformar mi vida. Ese fue el día que decidió sacarme de mi cárcel.
Y fue en ese momento que lo dicho por Pablo en su carta al pueblo de Corintios cobró sentido, esa palabra me hizo reflexionar. "Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna." 1 Corintios 6:12
Ella me reveló mi cautiverio, entendí que estaba siendo dominado por aquello a lo que yo di autoridad. Comprendí que somos cautivos por muchas cosas que no convienen y que vivía dominado por la adicción.
Este servicio estaba definitivamente dedicado a mi espíritu, era Dios hablándome por medio del Pastor sobre como la adicción y el vicio se habían apoderado de mi vida. Y el Señor tocó mi corazón, me hizo recapacitar. Recuerdo que pensé ¿Cómo era posible que algo tan pequeño como un cigarro, podía dominarme y ser más fuerte que yo?
Y en medio de esa meditación, el Pastor dice: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas." Josué 1:9
No cabe duda, Dios me estaba tendiendo la mano, pero debía ser valiente para poder finalmente vencer aquello que me había hecho cautivo, que me mantenía encadenado.
Nada es por casualidad, tampoco hay palabra del Señor que regrese vacía. Me levante de mi asiento, saque una cajetilla de cigarrillos que tenía en mi bolsillo y me fui hasta donde el Pastor estaba dando la predica. Sin mediar palabras, tome su mano y la abrí, allí le entregue a mi carcelero, al que me había tenido por años cautivo. Luego cerré con fuerza su puño y el Señor le hablo en el espíritu, y me dijo: “Dios está agradado de tu decisión, y por ello te ha hecho libre”
Hasta ese día fumé. Más nunca lleve un cigarro a mi boca. Y debo confesar que fue la mano de Dios, su palabra sanadora, fue su amor hacia mí lo único que hizo posible este milagro. Porque dejar una adicción no se logra sino solo por la voluntad de Dios, porque por la mía ya había fallado muchas veces en el pasado.
Luchar luego contra la ansiedad no fue fácil, a nadie puedo decir que lo fue. Pero la oración reforzaba mis fuerzas. Dios seguía hablándome, cada día me decía: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia." Isaías 41:10
"Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo" Isaías 41:13
Luego de un tiempo, recibí en oración esta palabra: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud". Gálatas 5:1 Sabia que no podía recaer, jamás me he dejado tentar de nuevo por el vicio.
Como cristiano dispuesto a consagrar mi vida al Señor, he pedido en mis oraciones intimas con Dios, que prepare mi cuerpo para ser templo y morada para recibir al Espíritu Santo. Él sabía que yo le pediría esto, y por ello limpio mi cuerpo primero. Tenía que limpiar la casa para poder recibir la mejor de las visitas.
Hoy se cumplen aproximadamente tres años de haber salido de mi cautiverio. Nunca había hablado de ello, el señor me ha tirado de mi cama para que saliera de ella a escribir mi testimonio, porque cuando Dios te toca, no puedes guardarlo para ti. Por el contrario, debes contarlo al mundo entero.
Espero que mi historia, sirva de ejemplo y pueda hacer que muchos más, lleguen al Señor dispuestos a ser libres como yo lo hice.
Era necesario que le dijera a cada persona que está leyendo, que si se pueden romper las cadenas de la adicción, que Dios quiere liberarte, el desea sanarte, pero debes dejar que Él entre a tu corazón. Es la única forma en la que Dios puede obrar, porque la sanidad no es de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia afuera.
Busque a Dios y libérese de sus ataduras para siempre.
¡Con Dios Nada le Dominará Jamás!
Como cristiano dispuesto a consagrar mi vida al Señor, he pedido en mis oraciones intimas con Dios, que prepare mi cuerpo para ser templo y morada para recibir al Espíritu Santo. Él sabía que yo le pediría esto, y por ello limpio mi cuerpo primero. Tenía que limpiar la casa para poder recibir la mejor de las visitas.
Hoy se cumplen aproximadamente tres años de haber salido de mi cautiverio. Nunca había hablado de ello, el señor me ha tirado de mi cama para que saliera de ella a escribir mi testimonio, porque cuando Dios te toca, no puedes guardarlo para ti. Por el contrario, debes contarlo al mundo entero.
Espero que mi historia, sirva de ejemplo y pueda hacer que muchos más, lleguen al Señor dispuestos a ser libres como yo lo hice.
Era necesario que le dijera a cada persona que está leyendo, que si se pueden romper las cadenas de la adicción, que Dios quiere liberarte, el desea sanarte, pero debes dejar que Él entre a tu corazón. Es la única forma en la que Dios puede obrar, porque la sanidad no es de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia afuera.
Busque a Dios y libérese de sus ataduras para siempre.
¡Con Dios Nada le Dominará Jamás!